3. Obsolescencia tecnológica

LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA: ¿QUÉ ES?



 “En la industria, el modelo capitalista de producción en masa logró introducir los mismos productos en millones de hogares pero, una vez que esto se lograba en alguna rama de la producción, era necesario crear nuevas necesidades haciendo variantes del mismo producto para poder ampliar aún más el mercado. (…) La diversificación de los electrodomésticos es otro ejemplo. (…) Las modas se acortaron en el tiempo, los nuevos productos pasaron a convertir en obsoletos a los más antiguos con mayor rapidez, y la basura y contaminación comenzó a amontonarse también rápidamente” (Foladori, 2001: 162). 

La literatura diferencia dos maneras de acortar la vida útil de un producto: la durabilidad artificial y la obsolescencia programada. La durabilidad artificial se da cuando es producto de una estrategia de acortamiento de vida útil antes del lanzamiento del producto nuevo al mercado. Muchas veces es debido a la elección de los recursos y procesos productivos por parte del fabricante. En cambio, la obsolescencia programada es la estrategia de acortamiento de la vida útil del producto después de haber sido lanzado al mercado. Bajo esta estrategia el fabricante pretende convencer al consumidor de que reemplace su viejo producto por uno más nuevo haciendo que el tiempo de uso del viejo producto sea inferior a su vida útil real (Orbach, 2004).

Cuando un consumidor quiere adquirir un bien duradero se da por supuesto que tiene cierta información sobre la durabilidad del bien, en base a esta información toma sus decisiones. En la mayoría de los casos de bienes duraderos la durabilidad artificial se debe al deterioro de la calidad, la calidad del producto se deteriora gradualmente hasta convertir al producto en un bien obsoleto. El deterioro de la calidad puede ser resultado de muchas causas, como la apariencia y la funcionalidad entre otros. En cuanto a la obsolescencia programada, se intenta sustituir un producto existente en el mercado por otro más nuevo. Los ejemplos más claros son los libros de texto en la educación y la actualización de hardware y software en la industria tecnológica. La tarea más dura para el fabricante es la de convencer al consumidor para que adquiera el nuevo modelo para sustituir el que tiene desde hace poco. El entorno competitivo hace que esta tarea sea más fácil ya que el consumidor considera que su estatus social puede verse afectado si no tiene el último modelo del producto. Por esta razón, los fabricantes juegan muchas veces con las ventajas competitivas de los consumidores.

En realidad, frecuentemente este último modelo no tiene cambio significativos, es más, sus cambios suelen ser más de aspecto estético que de aspecto funcional. Pese a ello el consumidor cae en la trampa igualmente y adquiere el último modelo. En los mercados donde los modelos se actualizan muy rápidamente, un consumidor racional no caería en la trampa tan fácilmente. Es por ello que las empresas suelen sacar un nuevo modelo cada determinado tiempo como en el caso de los iPhones que se actualiza cada año. Esto es para que la digestión del producto se haga adecuadamente.

Los consumidores racionales tratarán de no cambiar de modelo, ya que su acción es prevista por el fabricante y éste puede hacer que la inversión de los primeros se deprecie.

El fabricante puede optar por publicar sus gastos en investigación y desarrollo del nuevo producto. En general la inversión y el tiempo que transcurre entre los lanzamientos de los modelos tienen una relación directa, es decir, cuanto mayor es la inversión más tiempo hay que esperar para el lanzamiento del nuevo modelo. Esto tranquiliza al consumidor a la hora de adquirir un bien porque creerá que su bien va a tener una vida útil superior.

Además de lo comentado anteriormente, hay autores como Romero(2010) que incluye el concepto “discontinuación” para diferenciarla de la obsolescencia, explicándola como la ruptura de la producción de un producto, es decir, el fabricante deja de producir dicho componente o producto.

Esto pasa sobre todo en los productos de alto valor tecnológico. Para él, el ciclo de vida de un producto pasa por seis etapas: lanzamiento, crecimiento, madurez, decadencia, desaparición progresiva y discontinuación. Dicho de otra manera, la discontinuación, en cierto modo, crea obsolescencia. 

Un producto que ya no tiene piezas de repuesto no seguirá en el mercado por lo que se hace obsoleto y le sustituyen nuevos modelos. Dos ejemplos muy claros son la industria militar y la industria aeroespacial. En ambos casos los productos como los aviones pueden tener una vida útil de hasta 40 años. Pero en muchos casos son sustituidos con antelación ya que los componentes de las naves ya no existen por lo que dejan de ser reparables. Persuadir a los consumidores a comprar el último y más nuevo modelo puede hacer que se enemiste el consumidor con el fabricante. A nadie le gusta la sensación de estar presionado para comprar un producto.

Schumpeter (1942) apoyaba la sustitución de las empresas establecidas por las empresas más innovadoras con el proceso de la destrucción creativa, lo veía necesario para el progreso tecnológico y la competitividad del mercado. Con la obsolescencia programada los fabricantes pueden mantener su ratio de crecimiento dado que es uno de los mayores problemas en el mercado de bienes duraderos, los productores no quieres que los productos de segunda mano hagan la competencia a los nuevos modelos. En definitiva la obsolescencia programada es una estrategia para lograr unos mayores ingresos (Aladeojebi, 2013).

TIPOS DE OBSOLESCENCIA

No hay un número exacto de clasificaciones para la obsolescencia programada, según el autor podemos tener diferentes clasificaciones. Rob Lawlor (2014) diferencia tres tipos de obsolescencia: la obsolescencia del artículo, la obsolescencia del producto y la obsolescencia de la tecnología. La primera se refiere a una unidad en concreto de un producto, la segunda se refiere al producto en general y la tercera se refiere a la tecnología usada para la producción de este producto.

Para Brian Burns (2010) hay cuatro formas de obsolescencia: 

- La Obsolescencia estética, que se divide en desgaste y moda.

- La obsolescencia social, dividida en dos grupos: cuando la sociedad deja de hacer algo y cuando algo resulta obsoleto por ley. 

- La obsolescencia tecnológica, cuando un producto se queda obsoleto al haber en el mercado otro más nuevo.

- La obsolescencia económica, cuando reparar algo es costoso en dinero. 

Por su parte, Packard (1960) sostiene lo siguiente: “Si el diseño está más ligado a las ventas que a la función de producción, y cuando la estrategia de marketing está basada en cambios frecuentes de estilo surge una tendencia a usar bienes inferiores. Esto supone un incremento de precio para el consumidor dado que está pagando lo mismo por unos componentes que cuestan menos.” Con esto nos está diciendo que muchas veces la obsolescencia técnica hace que tengamos que pagar más que el precio real de ese producto. En otras palabras, un producto al usar materiales inferiores debería de abaratarse pero en este caso no ocurre.

Muchos fabricantes invierten recursos significativos para comprobar y testar la duración de un producto una vez hecho el cambio de tecnología.

Aparte de los tipos citados, Neil Maycroft (2009) añadió la obsolescencia estilística. Para explicarla, plantea el siguiente ejemplo recogido en la obra de Chase (1925): “Un grupo de diseñadores de París querían enriquecerse lo más rápido posible por lo que se les ocurrió la idea de crear una mayor rotación en la moda femenina para así incrementar las ventas, luego aumentar sus ingresos.” Esta idea de los diseñadores se fue difundiendo y expandiendo rápidamente en otros productos como los automóviles, la decoración, las cubiertas de los libros y hasta las plantas de los jardines.

Otra clasificación muy interesante que hace Maycroft es la diferenciación entre la obsolescencia con el fordismo y la obsolescencia post-fordista. Las características de la obsolescencia fordista son:

- Obsolescencia técnica y estilística. 

- Productos poco desarrollados.

- Mucha cantidad y poca variedad de productos similares por la estandarización de los procesos de fabricación. 

- Gran cantidad de piezas de repuesto para facilitar las reparaciones. 

- Diferenciación de productos basados en el ciclo de vida del producto. Anual o semestral. 

- Aumento de beneficios por la venta de piezas para productos con poca durabilidad. 

- Obsolescencia programada como motor de Y entre las características de la obsolescencia post-fordista destacan las siguientes:

- Basada en una obsolescencia estilística con mucha rotación y una red de productos de consumo obligatorio. 

- Gran variedad de modelos de un mismo producto. 

- Ciclos de vida cortos y marcados.

- Gran cantidad de basura reciclable para la producción de nuevos productos y un creciente número de desechos de difícil reutilización.

- Beneficios crecientes gracias al consumo de complementos casi obligatorios. 

- No se habla de obsolescencia programada sino que se promueve el cambio de producto.

Fuente: información tomada del enlace llamado fuente.










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